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Chile

La industria está emitiendo algunas señales que nos hacen visualizar, aparentemente, una nueva forma de hacer las cosas. Esta nueva forma invita a desarrollar mecanismos de acción conjunta que contribuye a que las empresas mejoren su posición en el mercado.

Miércoles 10 de Febrero de 2016.- Por años el super ciclo del cobre colaboró para mantener el status quo en el desarrollo de la industria minera nacional. Sin embargo hoy, frente a la contractura actual del mercado extractivo, ha habido espacio para considerar nuevos escenarios para la ejecución – principalmente – de los proyectos de inversión. Es así como parece erigirse un nuevo concepto: la asociatividad.

Asociatividad en el sentido de “acción conjunta” para la ejecución de iniciativas de inversión que están quedando paralizadas debido al alto riesgo que implica llevarlas a cabo en un ambiente especialmente complejo.

Y es que con los precios actuales de los metales, sumado a los constantes recortes de las proyecciones del mercado han hecho que los proyectos greenfield (aquellos que parten de cero) estén quedando paralizados, esperando mejores indicadores o incluso, los mandantes han optado por descartar completamente su ejecución.

¿Qué hacer entonces? La industria está emitiendo algunas señales que nos hacen visualizar, aparentemente, una nueva forma de hacer las cosas. Esta nueva forma invita a desarrollar mecanismos de acción conjunta que contribuye a que las empresas mejoren su posición en el mercado, brindando una estructura más sólida y competitiva para el desarrollo de los proyectos de inversión, esto porque asociarse conlleva mayores oportunidades de acceso a servicios, compra de insumos, financiamiento, entre otras ventajas.

Desde el término asociatividad surgen otros conceptos como sinergia, solidaridad, conocimiento compartido, entre otros, definición que no parece en absoluto descabellada al mirar el contexto actual de mercado.

Al respecto, surgen opiniones concordantes. De hecho, Elías Arze, director de Worley Parsons, reflexiona: “El potencial de la asociatividad no es solo la suma de potencialidades individuales de cada empresa sino que surge algo mucho mayor, surgen ideas nuevas. Entonces, en la asociatividad hay un potencial muy grande, particularmente en un país que ha fomentado el individualismo y la competencia descarnada”

“La sociedad que se ha construido en Chile, es una sociedad muy individualista en donde cada empresa busca ‘rascarse con sus propias uñas’”, agrega el ejecutivo.

En la misma línea Carlos Orlandi, Presidente de Minnovex añade que “más allá de esta forma de trabajo asociado, la co-creación de soluciones con nuestros clientes es el camino más eficiente y eficaz para enfrentar sus desafíos y ‘dolores’, pues así es posible lograr resultados positivos en menos tiempo, con menos costo y con mayor aporte de valor para todos. Esto requiere también profundos cambios en la forma de hacer negocios que impliquen innovación”.

Y para concluir, Orlandi comparte una definición de Asociatividad que Minnovex propone: “un mecanismo de cooperación  entre empresas basado en la confianza, en donde cada participante, manteniendo su independencia jurídica y autonomía gerencial, decide voluntariamente participar en un esfuerzo conjunto con los otros participantes para la búsqueda de un objetivo común que por sí solas no podrían desarrollar exitosa y oportunamente”.

Desde el punto de vista de los proveedores, Andrés Colomer, vicepresidente de Sutmin es enfático al señalar que “hay que saber compartir en esta jungla y en tiempos de contratura se pueden generar trabajos en conjunto incluso con la competencia”

El ejemplo

En tiempos en que todo parece cuesta arriba para las empresas de la minería, un proyecto despunta con un brillo especial. Se trata de Corredor, iniciativa conjunta de Teck Resources y Goldcorp que permitirá materializar dos importantes desarrollos que estaban suspendidos en la región de Atacama: El Morro y Relincho.

El director ejecutivo de Corredor, Horacio Bruna, destaca que “esta manera distinta de enfocar el negocio ha permitido compartir el riesgo, minimizar la infraestructura  y hacerlos posibles”.

“Creo que es una gran oportunidad y al mismo tiempo un desafío poder partir este proyecto con una nueva manera de relacionarse con las comunidades, con una activa participación desde el primer día, creando lasos de confianza y entendimiento mutuo que beneficien a todos”, señala.

Amparo Cornejo, de Teck, va más allá y asegura que “la unión de dos proyectos es un nuevo modelo para el desarrollo minero”. “De esta manera no solo se optimiza el uso de capital, sino que también se mitiga considerablemente el impacto ambiental e incrementan los beneficios para la comunidad”, explica; y asegura que, en este sentido, el nuevo proyecto Corredor “está inaugurando  una nueva manera de trabajar en minería”.

Después de analizarlo profundamente y visualizar posibles sinergias, señalan los representantes de ambas firmas, llegaron a la conclusión de que la unión de ambos proyectos era el mejor camino para lograr concretar una iniciativa atractiva tanto para los accionistas como para la comunidad. “Analizado el mercado minero nacional e internacional, vemos que Chile sigue siendo uno de los principales países para invertir en minería en el mundo, por lo que la idea de unir ambos proyectos resultó ser muy atractiva”, explican.

En cuanto al camino formal que seguirá este joint venture, lo que está establecido en el acuerdo entre ambas empresas es que se conformará una nueva empresa conjunta, cuya propiedad compartirán en partes iguales y que funcionará como una entidad independiente, con sus propios empleados y administración, con un esquema similar al de Antamina, en Perú, operación en la que Teck es accionista. Además habrá un directorio de seis miembros, tres de cada compañía, que liderarán de manera alternada, rotando anualmente.

Los próximos pasos son continuar con el relacionamiento comunitario, para lo cual se trabajará con la ONG especializada Casa de la Paz, e iniciar los estudios medio ambientales. Se estima que a mediados de 2016 pueda comenzar el estudio de Prefactibilidad, cuyo desarrollo se debería extender por unos diez meses, para luego avanzar –“dependiendo de sus resultados”- a un estudio de Factibilidad.

 

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