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Chile

19 de Mayo de 2011.- Si observamos el comportamiento de los países más desarrollados que Chile, llegamos a la conclusión inescapable de que el consumo de energía por habitante debería seguir aumentando si seguimos creciendo. Cierto, el consumo de energía debería aumentar menos que el PIB, pero el consumo de electricidad (que en Chile es menos de un 15% de la matriz energética) debería aumentar más.

Según las cifras más recientes de la Agencia Internacional de Energía (IEA), el consumo energético “por persona” de Nueva Zelandia es el doble y el de energía eléctrica es el triple que el de nuestro país. El de Australia, país minero como el nuestro, más del triple en energía y más de tres veces y media en energía eléctrica; Canadá más de cuatro veces la energía y más de cinco veces la energía eléctrica; EEUU cuatro veces la energía y en electricidad. Ninguno de estos países tiene un PIB por habitante que guarde esas diferencias con el de nuestro país.

Un país más avanzado está más “electrificado” y parte de ello debe ser la búsqueda de una mayor “limpieza” (piénsese en Santiago u otra gran ciudad, con transporte público completamente electrificado). Disminuir la “intensidad energética” (aumentar la eficiencia) no implica que el consumo eléctrico tenga que rezagarse respecto al ritmo de incremento en el PIB.

En Chile los derivados del petróleo, el gas y el carbón representan un 70% de la energía primaria que se utiliza, 90% de ella importada. La leña representa más de un 20%. En contraste, la hidroelectricidad, única forma de energía convencional no importada, que no genera emisiones directas con “efecto invernadero” (aparte de la nuclear), representa poco más de un 8% de la matriz energética y la energía eléctrica total (incluida la termoeléctrica) sólo alcanza a 13,5%. No estamos haciendo un uso desmedido de ella y es menos contaminante que las que predominan Casi todos los grandes proyectos de ingeniería, generan problemas ambientales al intervenir áreas, cuencas y requerir líneas de transmisión importantes. Estos deberían compararse con sus beneficios, ente los cuales están los costos en que no incurriremos por utilizar por termoeléctricas más contaminantes. Ninguna alternativa energética tiene efecto ambiental nulo: las opciones renovables no convencionales requieren grandes extensiones de terreno y también utilizan líneas de transmisión que “invaden” el paisaje.

Un cierto grado de diversificación en las fuentes (tipos) y orígenes (países) de la energía consumida por Chile, es una buena forma de asegurarse contra los escenarios geopolíticos y económicos internacionales más desfavorables. La hidroelectricidad, en nuestra opinión, tiene mucho que aportar en esa dirección y no podemos darnos el lujo de rechazar los grandes proyectos que aún podemos realizar (DF).

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