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Chile

15 de Julio de 2011.- Pablo Rojas, uno de los "33 de Atacama", tomó una decisión, para pocos entendible. Incluso para su familia, que vivió agobiada 69 días mientras permaneció atrapado en la mina San José.

"Vuelvo a la mina", confiesa con decisión el minero "19", a casi un año del derrumbe. "Vuelvo, porque es el trabajo de mi vida", explica intentando convencer a quien quiera escucharlo. Vuelve pese al temor de su familia y las pesadillas que aún lo persiguen en sus sueños.

"Es mi vida. Es lo que he hecho desde los 16 años y no sé hacer otra cosa", explica a "El Mercurio" en la entrada de la mina Lucero, ubicada a 50 kilómetros al norte de Copiapó.

Ahora tiene 47 años y está seguro de que comenzará una nueva y próspera etapa en su vida como trabajador de la minería.

El gusto por volver al duro oficio en los profundos piques abiertos en el desierto de Atacama comenzó a cuajar en uno de sus viajes al extranjero. En Grecia, en marzo de este año, entró a una mina por primera vez tras el rescate y allí supo que podía domar sus miedos. "Cuando entré a esa mina en Grecia, me di cuenta de que me sentía cómodo. Que podía volver a trabajar, así es que me volví a Chile pensando en esa idea", recuerda.

Lo cierto es que tampoco tuvo muchas opciones de optar a otras faenas tras el mediático rescate, ya que nunca se concretaron las ofertas de las empresas que participaron en la operación "Fénix". "Tengo 47 años y no tengo cuarto medio, quién me va a contratar así", explica.

Sin patrones

Quien sí le extendió una mano fue un empresario minero copiapino, Sergio Ghiglino. El mismo que, meses después del rescate, adquirió materiales y minerales en el remate de activos de la empresa minera San Esteban. Él le ofreció trabajo en una de sus minas. "Yo no quise. Estaba aburrido de trabajar apatronado, no quería tener más jefes. Quería hacer algo por mí mismo", comenta Rojas.

En lugar de aceptar esa oferta, le ofreció al empresario explotar mediante una sociedad una mina. "Él pone la plata y yo el trabajo", señala Rojas. Ese proyecto comenzó hace tres meses y ahora se encuentra construyendo el túnel de acceso a la mina Lucero. "Vamos a hacer unos 50 metros de túneles y de ahí comenzamos a explotar la mina", cuenta.

Rojas asegura contar con todos los permisos para explotar el yacimiento y sólo le falta el visto bueno final del Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin). "Eso va a suceder la próxima semana, pero hasta ahora hemos cumplido con todo lo que nos han pedido", señala.

Respecto de la seguridad al interior del yacimiento, un aspecto clave que desembocó en el gran desplome de rocas que dejó atrapados a los "33", es claro. "Será una mina muy segura, porque va a tener una chimenea bien abierta, reforzada y con una escalera de escape", explica, como enumerando los errores que sus ex jefes cometieron en la tragedia de la San José.

En dos meses más quiere sacar el primer cargamento de cobre. "Esta es mi vida, no la quiero cambiar", concluye. Aunque pocos entiendan su decisión.

Recuadro :

"Esta es mi vida, no la quiero cambiar. Es lo que he hecho desde los 16 años y no sé hacer otra cosa. Ahora tengo 47 y sin estudios quién me va a contratar".
PABLO ROJAS, EL MINERO "19"
José Ojeda lo intentó pero no pudo

José Ojeda, el minero que escribió el famoso papel de sobrevivencia ("Estamos bien..."), también intentó retomar su vida de minero.

Volvió a la empresa en la que laboraba hasta el momento del accidente (Terraservice) y como prueba lo mandaron a un socavón en la Región de Coquimbo. "Adentro de la mina, en la oscuridad, comencé a sentirme ahogado, mareado. No aguanté ni dos minutos y salí. Mi jefe me dijo que me quedara en la superficie, haciendo otras cosas, pero yo no podía estar ni cerca de una mina", relató a "El Mercurio".

La mayoría, como Ojeda y Rojas, continúa con pesadillas, que no los dejan dormir en las noches. "Y parece que como se acerca el primer aniversario, esos sueños se repiten aún más. A mi señora no la dejo dormir con tanto sobresalto", afirma Pablo Rojas.

Precisamente, 14 de los rescatados jubilarán debido a las secuelas físicas y psicológicas que sufrieron luego del largo encierro. En el Gobierno se estudia entregar una pensión de gracia al grupo y una ayuda adicional a los más viejos y enfermos, que no tienen la opción de volver a trabajar (El Mercurio).

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